En el último foro de Active Thinking de GAM Investments, Romain Miginiac, de Atlanticomnium, analiza el crecimiento del mercado europeo de bonos verdes financieros, dónde cree que se pueden encontrar las oportunidades potenciales y la importancia de una metodología sólida a la hora de medir el impacto medioambiental.
06 de julio de 2022
Romain Miginiac, Director de Investigación y Gestor de Fondos, Atlanticomnium
Seguimos pensando que actualmente es una buena oportunidad para invertir en los bonos verdes de las entidades financieras. Los fuertes vientos en contra de la subida de los tipos y la inflación presionarán probablemente a muchas empresas, con mayores costes de financiación y de insumos; sin embargo, los bancos se benefician de la subida de los tipos, ya que aumenta su rentabilidad. Por ejemplo, por 100 puntos básicos (pb) de subida de los tipos, se prevé que HSBC aumente sus ingresos netos por intereses en 5.400 millones de dólares en el primer año, que se elevarán a 7.500 millones de dólares1 en el tercer año. A pesar de la incertidumbre reinante, creemos que las entidades financieras están bien situadas para absorber cualquier tipo de desaceleración económica. Durante la Covid vimos que el exceso de capital aumentaba y que los bancos seguían siendo rentables; con el viento de cola de unos tipos más altos, la capacidad de absorber un aumento de las provisiones para créditos debería ser elevada. Incluso en un escenario negativo, somos optimistas de que los bancos seguirán siendo rentables y, en consecuencia, el exceso de capital probablemente no se verá afectado.
Con los diferenciales de los valores financieros con grado de inversión en niveles relativamente altos, el mercado ofrece una oportunidad única. Creemos que la deuda subordinada presenta ventajas respecto a la deuda senior tradicional en cuanto a su capacidad para generar una rentabilidad superior a largo plazo sin asumir un riesgo adicional, con un aumento del diferencial o de la rentabilidad para la misma calificación y duración.
El mercado europeo de bonos verdes financieros ha crecido a un ritmo exponencial desde su creación en 2015. En 2021 se produjo una emisión récord de más de 50.000 millones de dólares, con lo que el mercado se situó en torno a los 110.000 millones de dólares. Esta cifra se ha visto incrementada por otros 25.000 millones de dólares en emisiones netas desde el inicio de 2022, y prevemos que el mercado supere los 200.000 millones de dólares a finales de 2023,2 creando varias oportunidades potenciales de inversión. Esto es importante; una preocupación común en relación con los bonos verdes financieros europeos ha sido el tamaño del mercado. El rápido aumento del tamaño del mercado y la fuerte previsión de emisiones proporcionan un universo considerable de emisores y bonos verdes para que podamos aplicarles nuestro marco de decisión de inversión sin encontrarnos con limitaciones de capacidad.
Centrarse en las entidades financieras europeas puede inducir a error en cuanto al alcance global de la estrategia. Aunque el enfoque geográfico y sectorial podría considerarse de nicho, en realidad pueden ofrecer una amplia gama de proyectos a nivel mundial; por ejemplo, el banco francés Crédit Agricole financia proyectos en todo el mundo, más allá de Francia y Europa. Además, los bonos verdes de los bancos apoyan a las PYME (pequeñas y medianas empresas), a los particulares y a otros clientes corporativos e institucionales. Al ayudar a la transición de las empresas más pequeñas que carecen de acceso a los mercados de capitales y dependen de los préstamos y servicios de asesoramiento de los bancos para apoyar su estrategia medioambiental, es posible acceder a proyectos que de otro modo estarían fuera de su alcance comprando bonos verdes corporativos, en nuestra opinión.
Cuando se estudia el impacto medioambiental de un proyecto ecológico, creemos que es importante utilizar una metodología y un conjunto de supuestos sólidos y coherentes. Por ejemplo, puede ser fácil infravalorar las emisiones de carbono de un proyecto como un parque de energías renovables si sólo se contabiliza la producción de energía en curso que no tiene emisiones de carbono. Incluimos las emisiones de carbono a lo largo de todo el ciclo de vida del proyecto (incluyendo la construcción, el mantenimiento, el transporte, etc.) en la evaluación general del proyecto, lo que permite una evaluación más detallada de las emisiones de carbono evitadas por el proyecto.
El objetivo final de reducir las emisiones y crear un planeta más respetuoso con el medio ambiente es la reducción del aumento de la temperatura global. Creemos que esto puede lograrse, al menos en parte, considerando estrategias que tengan una alineación con la temperatura.
También creemos que es fundamental colaborar con los emisores como parte del proceso de inversión para conocer sus objetivos de sostenibilidad. Una de las formas de evaluar este compromiso es a través de los compromisos de cero neto de un emisor, observando si se establecen en un plazo de tiempo alcanzable, si tienen la experiencia para lograr estos objetivos y, en general, lo que implica su camino hacia el cero neto. Además de los compromisos de balance cero, también es importante analizar la gobernanza y la responsabilidad; si los emisores cuentan con el mecanismo de supervisión y la gobernanza adecuados para dar confianza a los inversores sobre su estrategia. Por último, consideramos que la evaluación de riesgos y la presentación de informes son un factor de compromiso importante, con una divulgación clara de las vulnerabilidades climáticas del emisor.
2Fuente: Atlanticomnium, Bloomberg
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